Belleza, sensibilidad, arte y
hondura se combinan en las leves palabras de Vega Cerezo, en las frágiles
baladas de Ginés Piñero, con el llanto que arranca de su guitarra. Dos poetas que
sincronizan y conforman una única voz íntima pero poderosa y que han fundado un lugar mítico, privado: Ciudad Fragilidad.
Ayer en el Museo Los Baños
pudimos disfrutar de este espectáculo sin estridencias, una actuación que
conmueve, que no deja indiferente y que consigue hacer volar tu imaginación.
La música de Piñero es sincera,
penetra en lo más profundo, te remueve, te inquieta pero a la vez te permite
sustraerte a un no-tiempo de quietud. La poesía de Vega es de una sensibilidad
abrumadora. De palabra sencilla. Cercana, a media voz, casi un susurro, pero cargada de
luminosidad, de aciertos poéticos, imágenes deslumbrantes y llenas de claroscuros. Imbuida de cierta nostalgia por lugares imaginarios y un amor
incondicional por la vida.
Quizá el hombre ha nacido para la
belleza, pensaba mientras escuchaba los versos de Vega al compás de los
acordes sutiles de Piñero. Quizá, escuchar estas poesías no nos haga mejores
personas pero sí que nos acerca a algo inefable que existe más allá de nosotros
mismos.
Gracias
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